Friday, December 07, 2018

A cinco minutos del descanso

Pasados los cuarenta todo comienza a dar un poco lo mismo. Pasados los cuarenta miras a los lados al pasar la acera. Pasados los cuarenta tienes un plan de pensiones, una licenciatura y una inusitada costumbre por mirar con desdén a los que aún están por pasar los cuarenta. Pasados los cuarenta echas la vista atrás y te das cuenta de que podrías contar con los dedos de una mano los polvos que han merecido la pena. Pasados los cuarenta echas la vista atrás y te das cuenta de que la palma de la mano te habría servido para evitar el resto. Pasados los cuarenta te preocupas por las taquicardias, el exceso de grasa, la calvicie y el pacto de Toledo. Pasados los cuarenta piensas que Alfredo Landa tenía razón. Y va y no te gusta.

Pasados los cuarenta las opiniones se solapan, se fusionan, se entrelazan y equivocan. Y miras al espejo y los modelos a seguir se diluyen se apagan se difuminan. Antes evitabas personajes. Ahora cierras los ojos y piensas fuerte ójala no me parezca. Y evalúas los daños antes de la última reunión, del último mail, de la última copa.

Y a ráfagas, en breves momentos, añoras los tiempos en que solo evaluabas en tiempo pasado, en que una cena un concierto una obra de teatro eran solo la antesala de un nuevo juego de sábanas un nuevo edredón una nueva almohada por el suelo. Y el desayuno del día siguiente, y la sensación de éxito, con su olor a tostadas, con su Coltrane de fondo, con su sol entrando por la ventana, como de anuncio.

Por entonces te despertabas a las once de la mañana. Y pasados los cuarenta es lo único que de verdad echas de menos: despertarte los sábados a las once de la mañana.

Sunday, April 05, 2015

El regate de cola de vaca

Escribir a las tres y cuarto de la mañana. Cuatro horas antes de que suene el despertador, cuatro horas antes de que esa puta farola cuya luz ilumina la habitación, se apague. Cuatro horas antes de la ducha, de la elección de la camisa, de la corbata, del traje, de los cordones de los zapatos, de los besos somnolientos. Escribir a las tres y cuarto de la mañana, tras el ataque de ansiedad, tras los golpes a la almohada que no tiene otra culpa que ser demasiado grande para uno solo, tras las preguntas sin respuesta, tras la pataleta incontrolada, tras la rabia de quien trata de revivir el levantamiento de un cadáver, en una casa amplia grande enorme gigantesca demasiado amplia grande enorme gigantesca para ser consumida por una sola persona, con sus peldaños y sus habitaciones en silencio, tanto, tanto que da hasta miedo y los furtivos ruidos -un coche, un algo que se cae en algún sitio, un chirriar de ventanas- ocurren aquí al lado. Y no hay nadie a quien abrazarse, no hay teta que es casa, no hay tiempo muerto para replanificar el último cuarto. Escribir a las tres y cuarto de la mañana es trampa, no vale, no es jugar limpio. Y las redes sociales están vacías y huecas y quisieras estar desahogándote contándole a un cualquiera que esta vez sí, que esta vez realmente estás desorientado y el norte lo mismo está arriba que está abajo, o da vueltas, o no existe, que avui aixo sí que toca y llevas tanta desazón dentro que piensas que hasta lo mismo deberías salir a dar un paseo a cruzarte con los mendigos que duermen en los bancos del parque, o con otros desvelados corazones, o con runners de horarios extraños, o con el sereno. A que alguien pase por allí y también te tome por el pito de un sereno. Hasta que dejen de ser las tres y cuarto, y sean al menos las cuatro y cuarto, y solo sean tres horas antes de que suene el despertador, tres horas antes de que esa puta farola cuya luz ilumina la habitación, se apague et coétera. Pero en el fondo tú solo quieres dormir. Cerrar los ojos y no ver a nadie. Ni elucubrar historias ni trazar planos ni saber si vives en una concatenación lastimosa de regates de la realidad. Robinho. Rivaldo. Romario. Onésimo: Asumidlo. Escribir a las tres y cuarto de la mañana es una mierda.

Wednesday, December 01, 2010

Perlas ensangrentadas

Esto deja de latir. Como en la canción. Se nota, se siente, la mierda está presente. Y no sé si prefiero mantequilla o tulipán. Carlos Berlanga, haz algo de mí, instrúyeme. Muéstrame el camino. Un martini, o algo. Yo quería construir toda una vida contigo pero nuestro tiempo ha pasado. Hemos perdido un tren que llevaba nuestro nombre. El nuestro y el de nuestro futuro. Una fachada y nada más. Prefiero bollitos. Prefieres la libertad. La sensación de no depender de nada. Esa sensación que no tener que rendir cuentas. Esa sensación irreal. Dónde quedaremos de aquí a unos meses. Seremos condones perdidos por el camino, números de teléfonos que no sabemos a quién pertenecen, tardes de domingo jodidamente tristes. Vacías. Pensando en los errores. Sin aprender de ellos. Lamentándonos. Tirándonos al precipicio sin saber que abajo no había red.

Y que no había hostia más grande que la que nos decidimos dar.

Thursday, August 05, 2010

El monasterio de piedra contra mi tejado

Te añoro te deseo te espero te dibujo te pienso te imagino te hago y rehago te cito te muestro te enseño te espero de nuevo te digo cosas al oído cuando dormimos juntos te escribo te beso en el aire te visito de noche sin que tú lo sepas te canto te grito tarareo te escaneo te estudio te aprendo te recito como si fueses versos de Goytisolo más o menos te echo de menos te llamo en sueños te llamo despierto te llamo somnoliento te despierto te hago tostadas los domingos por la mañana con mantequilla y mermelada te hago el amor y tú me lo haces a mí te insisto te pinto te mancho el ombligo te quiero a manos llenas te quiero te quiero te quiero te muerdo te lamo te pringo te quiero decir cuánto te quiero cuando te conectas te noto cerca y a veces te noto lejos te busco te busco te encuentro te califico y recalifico te taso y, en todo caso, otra vez te quiero. Y siempre a manos llenas.

Tuesday, June 08, 2010

Santa María

lirios para olivia, terrazas, pablo moro, spotify, música, mucha música, raudales de música, ocho millones de canciones que nos dan forma, nos perfilan, nos definen, nos crean y destruyen, el hotel frente al mar, la costa, el mercadona, el agua mineral, la salvia, venecia, las velas de los barcos allá en el horizonte, el momento el instante el preciso segundo de la risa en tu ombligo que desató todo un universo de placeres, la siesta con guiones, las firmas a toda prisa, la báscula, el peso de lo liviano, de cuando no te das cuenta de qué está ocurriendo, pero que está ocurriendo, ahí, ante tus ojos, ante tus manos, en tu estómago, la escalera de caracol, la estrategia del caracol, delibes, emerreuve, fechas e incógnitas, ropa tendida, ardillas al sol y un futuro que desaparece sin que seas capaz de entender qué ha ocurrido.

el listado de nosotros es terminable. sí, terminable. pero afortunadamente largo de cojones.


Friday, April 16, 2010

Tras el invierno

Contigo me llegó la primavera. Cambiaron todos los husos horarios y los polos magnéticos cambiaron de sitio. La isla volvió a su ubicación original y los pasajeros del Oceanic 815 llegaron plácidamente a L.A. Manel vino a mi casa a tocar en acústico y luego la noche fue un largo elenco de piruetas gintonics palmadas en la espalda flashes polos de limón charcos barrabasadas cerveza bier cocacola aigua fotografías tomadas con el móvil que salen difusas y publicas al día siguiente en tu cuenta de tumblr o en alguna red social etiquetando a cada uno de los participantes.

Contigo me llegó la primavera. Y avanzaron los días e investigamos y ejercimos de notarios recogiendo firmas con precisión quirúrgica y redactando documentos descubrimos elementos esenciales y partes recónditas, y cubrimos nuestros cuerpos y se entremezcló nuestro sudor y su sabor salobre y tu espalda y mi lengua y tus manos y mis pies y tu cadera y mis dientes y tu risa y mi aliento y tu pelo y mis dedos y tu ombligo y mi pene y tus ingles fueron, eventualmente, un único elemento, dona estrangera.

Y la moraleja es sencilla como el jeroglífico de la sección de pasatiempos de un periódico gratuito. Ya nos preocuparemos del otoño cuando las hojas comiencen a caer y la meteorología deje de sernos favorable.

Thursday, April 01, 2010

El último disco de La habitación roja

Busco en live maps, en páginas amarillas, en google, en ask, en todos los buscadores habidos y por haber rastro de tus ojos y rastro de tu mirada justo en el momento en que te tapaba con el edredón, y nada. Lo más que he llegado a localizar es un primer plano del portal; ahora me lo sé de memoria y podría dibujarlo en cualquier pared, pero sin convertirlo en puerta, como en los dibujos animados. Ahora apenas tengo un nebuloso recuerdo y los flashes se amontonan. Tú gimiendo. Yo gimiendo. Nosotros gimiendo. Primera persona del singular. Segunda persona del singular. Primera persona del plural. The naked economy. Te estoy idealizando elevándote a los altares. Perdiéndome el respeto y olvidándome de las formas. Pero en cambio me gusta imaginarme vagando mientras escucho a The frames o a Caetano Veloso o a la mismísima Ana Belén -jodámonos, no había otros-, y cómo llueve allá del cristal y cómo se hace de día y ambos seguimos despiertos, enredándonos. Me siento joven, adolescente, distinto, haciendo cosas por vez primera.

Portugal está a tomar por culo de lejos. Hago las mejores pancakes del mundo mundial. Y yo huyo. The drums silban y salgo a quemarte, a sudarte, a exorcizarme, pero no lo consigo.

Y me limito a inventarte.